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Cómo empezó todo

Rosa Marhuenda es la fundadora de Infancia de Nad. Desde joven sintió que su vida debía estar al servicio de algo con sentido. Tras años trabajando en España, tomó una decisión que cambió su rumbo: viajar a África por su cuenta, sin grandes estructuras, para acercarse de forma directa a la realidad de la infancia más vulnerable.

Una decisión que lo cambió todo

En 2016 llegó a Nouadhibou, una ciudad costera de Mauritania. No lo hizo como cooperante de una gran organización, sino como una mujer con los ojos y el corazón abiertos, dispuesta a escuchar, observar y estar presente. Allí conoció a niños y niñas con historias de abandono, exclusión y pobreza. Lo que comenzó como una experiencia personal se convirtió en un compromiso de vida.

Uno de los primeros gestos fue recoger en brazos a un bebé gravemente enfermo y llevarlo al hospital. No había cámaras, ni proyectos oficiales, ni donantes. Solo una necesidad urgente y una mujer que no quiso mirar hacia otro lado.

Nace Infancia de Nad

Infancia de Nad nació desde lo pequeño: la compra de alimentos, el acompañamiento a un hospital, la reparación de una ducha. Sin estructuras burocráticas ni oficinas, solo con la fuerza de quien se queda donde otros no llegan.

El nombre lo dice todo: infancia de Nad. Pero esta ONG decidió que esa infancia sí importa. Y que merece ser protegida.

Lo que hacemos hoy

Actualmente, Infancia de Nad trabaja en Mauritania y Ucrania. Gestiona un orfanato en Nouadhibou, impulsa campañas de salud y educación, ha creado un taller de costura para mujeres, y está impulsando el primer centro de atención para personas con discapacidad y albinismo en Mauritania. También organiza estancias temporales en España para menores desplazados por la guerra en Ucrania y desarrolla acciones de prevención del VIH.

Infancia de Nad es una organización pequeña, pero profundamente comprometida. Cree en la acción directa, en la dignidad y en estar presentes donde más se necesita.

Lo que realmente importa

Ver avanzar a los niños con los que trabajamos es el mayor regalo: que hablen, que aprendan, que sonrían con seguridad. Ver cómo se transforman las vidas desde lo más esencial —una cama, una atención médica, una mirada que no juzga— es la razón por la que seguimos aquí.

Porque no es una acción puntual. Es un compromiso para toda la vida.

“Si he sido capaz de iluminar una sola infancia triste, estoy satisfecha.”
— Astrid Lindgren
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